Dra. Shultz: ¿Cuándo aparecieron estas visiones?

Marco Fonz: No puede aparecer lo que nunca se ha ido.

 

Una mosca peluda con alas índigo puede perfectamente ser el centro de atención de las niñas que usan vestido rojo y un lazo negro combinado con sus zapatitos de charol.

Eliana, ¿recuerdas? Era la clase de matemáticas en segundo grado y te quedaste profundamente dormida. Tú y yo lo tenemos claro: fue la única forma para ingresar al laberinto de ladrillos que habíamos visitado tantas veces; por supuesto, entonces no sabías que te acompaño.

Dos tipos con un inmenso agujero en el tórax guardaban la entrada; de su cuello colgaba como un foco la cabeza volcada hacia el suelo; los brazos, terriblemente huesudos, eran capaces de moverse y girar en cualquier dirección como si no tuviesen articulaciones. El tipo de la derecha era particularmente extraño, Eliana, porque su pierna empezaba en una costilla…parecían de cera; eso decías, y claro, olían a cebolla cruda.

Como no tenían ojos era preciso entrar sin hacer ruido. Te sacabas los zapatos y cruzabas por ese pasillo. Luego venían los gatos:

Cantado [ Gato podrido, gato podrido

Bis [Todos los gatos son podriiidos

Sus cabezas separadas del cuerpo colgaban como llaveros de las paredes y rebotaban al chocar unas con otras. Iñ iñ iñ iñ iñ iñ iñ, reían, iñ iñ iñ iñ iñ hasta que llegaba el sujeto de la herida. La abría con sus propias manos que luego descuartizaba y, dentro de la herida, se podía ver sus propias manos abriendo otras heridas sucesivamente. Ese sujeto traía el viento que limpiaba el olor a cebolla, pero también apagaba las luces de los farolitos y tú, Eliana, que sabías de memoria este sueño, esperabas pacientemente a que se abriera el piso y empezaras a caer y caer y caer, sostenida apenas por la vela de un barco que se iba por el cielo abandonándote siempre.

Así, despertabas sudorosa y asustada. N noches Eliana; yo también perdí la cuenta.

Lo que cambió las cosas esta vez es que los gatos volvieron a aparecer después del tipo de las manos y empezaron a masticar los cuerpos de la familia mientras caías.

Odilon Redon, Œil-ballon, 1878. MoMA

Odilon Redon, Œil-ballon, 1878. MoMA

Abres los ojos bonita, me sientes en tu oreja y me das un manotazo. La profesora te ha reclamado por no poner atención, por no saber las tablas de multiplicar. No puedes hacerme daño, linda. Eso deberías saberlo. No puedes, no puedes. Mis alas no son físicas y además estoy acá para fastidiarte ¿temes por tu familia? Deberías intentar dormir de nuevo again again y sacarlos del laberinto. Ya sabes, muñequita, que ahí dentro no se resiste mucho ¿Lo sabes, no? Seguramente recuerdas que hay poco aire, que el espacio se achica y las larvas empiezan a tragarte sin compasión a menos que alguien como yo te despierte, princesita. ¿Sabes que te veo multiplicada? ¿Sabes que mis ojos no enfocan como los tuyos y lo que me atrae es tu olor a madera seca?

Muñeca bonita tszzzzz tszzzz tszzzz tszzzz ¿crees que con un manotazo me haces daño? Pregúntale a la profesora, las moscas comemos muertos… ¿no hablas? Seguro la puedes ver: es un esqueletito ahora. Sabes que no puedes defenderte de nosotros porque hemos venido por ti desde lejos tszzz tszzz tszzz. No queríamos que estés desprevenida: el laberinto era una advertencia ¡No llores, linda! ¡No llores!

—Eliana, Eliana, Elianita —decía tu nana mientras te movía suavemente para que despertaras… Eliana.

—Soñé feo Nani. Una pesadilla que soñé mientras soñaba otra, la una dentro de la otra Nanita —dijiste abrazándola, con lágrimas en los ojos. Y ella, inusualmente peluda y abrigada, solo te respondió: tszzzzztszzzzztszzzzz.

 

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